Por Manuel Bernabé Belmonte.
Adviento es un vocablo que procede del latín y que viene a significar “venida”. Así pues, durante estos primeros días del Año Litúrgico, conmemoramos la primera venida de Jesús a nuestra tierra y también la Iglesia nos invita a la reflexión sobre la última y definitiva vuelta de Cristo.
En esto también esperamos los cristianos. Por lo que la vida del cristiano es espera. Pero no de una forma desesperante, inquieta y angustiosa por los acontecimientos que puede deparar el futuro, sino más bien una espera gozosa y alegre, a la que en definitiva nos invita el Adviento.
La liturgia, como muestra visible de las celebraciones de la Iglesia, encierra en los símbolos externos una serie de constantes llamadas sobre los fieles. Unos detalles, en definitiva, que nos acercan a la trascendencia de Dios. La corona de Adviento, por ejemplo, con sus cuatro candelas, nos recuerdan la luz que irá en aumento con el paso de las semanas y que simboliza en definitiva la Luz que procede de Dios. “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto” (1). Las lecturas proceden del los libros de los profetas, que anunciaron el nacimiento del Mesías esperado por el pueblo.
Las vestiduras litúrgicas también se adecuan al momento que vive la comunidad eclesial. En Adviento el celebrante suele vestir casulla de color morado, como símbolo de conversión y preparación de nuestro corazón para la llegada del Salvador y el penúltimo Domingo de Adviento se suele poner una casulla de color rosa, a juego con la vela del mismo color que se enciende en esa misma celebración. Con ello se simboliza la alegría o gozo por la proximidad del Nacimiento de Jesús. Alegría compartida con María, ya que celebramos en torno a esa fecha la fiesta de la Virgen de la Esperanza. A este III Domingo de Adviento se le denomina “de gaudete o laetare” (2).
Con María, la Iglesia revive la Esperanza que debe reinar en la vida de todo cristiano. “Spe Salvi facti sumus…” (3). La piedad popular, como siempre, se expresa de una forma cercana y grandilocuente mediante las obras de arte que representan a María en “estado de buena esperanza”. María, la humilde sierva del Señor, aparece en estos últimos días del Adviento ataviada de verdes mantos. El azul Inmaculada deja paso al verde Esperanza. Es diciembre, sin duda alguna, uno de los meses dedicados a María. Si bien es cierto que con dos matices: concepcionista y esperanza.
En multitud de poblaciones aparecen las imágenes de María, de forma especial aquellas que portan como sobrenombre Esperanza, vestidas con mantos verdes si bien es cierto que también, aunque menos conocidas son las esculturas que representan a María embarazada. También se le conoce a esta advocación como: Virgen de la Expectación, Virgen de la O (4), Virgen de la Dulce Espera (5) o simplemente Virgen de la Esperanza.
De entre las imágenes en referencia al caso de María embarazada, destaco la venerada en el convento de San Juan de la Penitencia de Orihuela (Clarisas). Una pequeña imagen fechable a mediados del siglo XVIII (6) que suelen colocar las religiosas en el altar mayor durante los días de su onomástica y de cara al final del Adviento.
Dicha escultura representa a María de pie, en ademán de andar, pues tiene uno de los pies adelantados, con los brazos abiertos y extendidos hacia el cielo, donde se orienta su mirada. La oriolana Virgen de la Esperanza va ataviada con una túnica de color verde, haciendo referencia a su nombre y con un ampuloso y bien modelado manto de color azul celeste, que le cae por debajo de los hombros y está sujetado a uno de los brazos.
En ambos casos, la efigie mariana deja entrever un ribete dorado con motivos vegetales y volutas que bordea ambas piezas y que otorga una delicadeza y exquisitez a la imagen.
Sobre el vientre abultado de María, queda de forma simbólicamente representada un sol, que hace referencia a Jesús y su próximo nacimiento. La escultura tiene una expresión de éxtasis sublime y hermosa. Como si de un momento a otro fuese a cantar de gozo y emoción por el acontecimiento que sobreviene en estos días santos de Navidad. Como si en casa de Isabel proclamara el Magníficat.
BIBLIOGRAFÍA
(1) Versículo del canto de Zacarías tras recuperar el habla en el momento posterior al nacimiento de su hijo Juan el Bautista, “el Precursor”. Conocido como “Benedictus” ya que en latín la primera palabra es esa misma: “BENEDICTUS Dominus Deus Israel…” (Lucas 1, 68-79).
(2) Gozo y alegría.
(3) “En esperanza salvados” Carta del Apóstol San Pablo a los Romanos. 8,24. Asimismo el Pontífice Benedicto XVI hizo pública una Carta Encíclica sobre este mismo tema y con las mismas palabras de San Pablo al comienzo del Adviento del año 2007.
(4) Porque en los días comprendidos desde el 17 hasta el 24 de diciembre, en la liturgia de las horas rezada por religiosos y laicos, la antífona del Magníficat comienza por la expresión de expectación “Oh…” con motivo de el próximo nacimiento del Salvador.
(5) Así se le suele denominar en Latinoamérica.
(6) FERRI CHULIO, Andrés de Sales. El Monasterio de San Juan de la Penitencia de Orihuela. 1493-1993. Orihuela. 1993.